Potencia, humor, espontaneidad, naturalidad. Un espectáculo en sí mismo
De alegría.
Cómo no lo sé, vino. Yo bailaba de pequeño, de ahí la vida te va llevando, tus padres ven algo en tí y te llevan a una escuela. A partir de ahí vas entrando en un mundo de barra-calentamiento, pum pam pum y listo.
Llegas al Conservatorio de ahí a Madrid, de Madrid a Londres, de Londres a Madrid y a Zurich.
Muy bien. Acoplándome poco a poco a una nueva manera de trabajar, más horas y más programas diferentes. Conociendo el idioma, la ciudad. Muy feliz.
Me quedaría con unas cuantas. Todas han tenido algo especial.
El papel de Basilio en «Don Quijote» era algo que yo jamás pensaba hacer pero que disfruté mucho. «La Rosa Malade» de Roland Petit -un paso a dos- es muy especial porque es un drama muy dramático y a mí eso me encanta y disfruté mucho de bailar con mi compañera y poder
sentir cosas muy especiales en el escenario a pesar de que es algo muy antiguo y a veces cuesta conectar con tales emociones.
También me quedo con «In the Middle» de Forsythe o «Sub» de Galili, son piezas que físicamente te dan mucho. Son muy duras y cuando sobrevives a ellas te dan ganas de bailar más.
Mi punto fuerte es el artisteo, está claro. Yo creo que puedo llevar un ballet completo en la narrativa mejor que otras personas. Interpretar, hacer reír, se me da bastante bien.
Me quedaría con todo. Allí siento que aprendí a bailar. Es mi casa. Es donde baile más.
Con artistas que me lleguen de verdad y me hagan sentir cosas. Repetiría con Begoña Cao o Tamara Rojo.
Me veo mal, jodido pero contento. Bailando creo que no. Pero como no lo sé, no te puedo contestar.
Seguid bailando y apoyad la danza, que es maravillosa.