Alumna de 9 Espai Escenic. Bailarina profesional. Bella por fuera y por dentro.
Marta es la actitud personificada. Elegancia y constancia. Corazón.
Violeta, coreografía Ramon Oller
Fotografía Laura Bruña
Para mí la danza es cuando se unen alma, cuerpo y mente. En ese momento se crea una burbuja, me abstraigo totalmente y siento esas tres partes conectadas.
Empecé cuando tenía cinco años porque mi hermana iba a una escuela y yo quería hacer lo mismo que ella. En ese momento no me llamaba mucho la atención, pero a los siete años me empecé a interesar de verdad.
Lo que más me gusta es compartirlo con gente. La conexión que se crea. Lo que más me cuesta son los nervios. Disfruto más en los ensayos y en el proceso de creación. Me ha costado mucho disfrutar del escenario porque soy muy exigente. Pero cada vez lo disfruto más.
Con el paso a dos de Ojalá de Javier Monzón. Aprendí mucho. Puñal de Eduardo Zuñiga, me gustó porque me hizo descubir otras cosas. Taranta, de Mireia Sans.
Los años en el Conservatorio me han dado la seguridad en la técnica, conocer a gente, ver mejor el mundo de la danza. En Mallorca no tenía tanta visión de lo que había fuera. También me ha ayudado a experimentar mi movimiento; a descubrir lo que más me gusta a la hora de bailar.
La gente que me rodea. Es increíble ver cómo el grupo afecta tanto. También el tener un criterio sobre lo me me gusta más o menos a nivel profesional en la danza.
Lo que eres como persona lo expresas en el escenario. Eres como bailas y bailas como eres. Me he ido formando como persona a través de todos los valores que me han transmitido las personas de mi alrededor.
En el NDT, en Holanda. Sería mi compañía top.
Tengo la esperanza de que la danza evolucione más. Hay valores y estereotipos muy marcados en este mundo que si cambiasen la evolución podría ser genial.
«Antes persona que artista» Marta Pomar.